martes, 30 de agosto de 2011

Hastío, aburrimiento, trabajo, etc...

Hoy es el día más aburrido de mi vida, creo. En el trabajo nadike tiene ganas de hacer bromas, de hacer nada, yo creo que flota por aquí como un miedo...

He escrito un soneto para entretenerme y, como me ha gustado, lo cuelgo:

Es un asunto este tan trillado
(cansancio, hastío, asco, tristeza)
que ser tan previsible me avergüenza
más por humano que de agusanado.
Es mal asunto que, por todos lados
donde me vuelva por la calle vea
con qué ventoso esfuerzo compadrea
la gente, por un cacho de mercado.
Con la familia sopa de guisantes;
en la mujer combaten frío y fiebre;
de los amigos queda menos que antes.
Aquél que más recoja que más siembre
que no régimen más empalagante
que comprender que así debe ser siempre.


Saludos.

viernes, 26 de agosto de 2011

La evasión, Becker

En los diez minutos inmediatamente posteriores a su final, La evasión de Jacques Becker se ha convertido en una de mis películas favoritas. La vi anoche. Va de cuatro presos que comparten celda a quienes llevan a un nuevo recluso, algo distinto de ellos, un joven más educado, más tímido, puede que menos hombre que los otros cuatro, en el mal y en el buen sentido de la expresión. Los cuatro estaban perpetrando una fuga y dudan si fiarse del nuevo y contarle el plan o no. Llegado el momento de ponerse manos a la obra se ponen, y de qué manera. La película transmite una fisicidad difícil de explicar. Creo que nunca he visto una película igual, en la que uno note y sienta como una barrera interior el mundo físico en el que la película se desenvuelve. Cuando empiezan a romper el suelo a golpetazos por ejemplo, en una escena larguísima, dan ganas de tomarles el relevo y ponerse a picar también con ellos, ayudarles a salir de una vez. De alguna manera se nota la dureza del cemento al golpear, el metal del barrote que hay que cortar, el sudor pegado al cuerpo, los polvorientos escombros, la oscuridad de los túneles, la tensión continua en ese mundo mazmórreo. No es un por un capricho ni por una vana apreciación intelectual que esto me interese, es que este mundo físico tan palpable en el que se mueve la película hace como en ninguna otra que yo haya visto que entres en ella, meterte en esa celda con esos hombres y desear con ellos salir de una vez.
El mensaje ético que transmite (compañerismo, lealtad, esfuerzo, lucha por la libertad, por la vida) es tan evidente, tan cristalino, que no encuentro mucho que agregar. Me ha gustado la economía empleada para describir a cada uno, y es que con muy poco texo, apenas unas miradas, ya sabemos de qué pie cojea cada cual, cuál es su carácter. Los vínculos que crean quizá estén condicionados porque se necesitan mutuamente para salir, aunque claro puede que no.
Me interesa más que nada que nuestra adhesión y cariño a los personajes venga sobre todo de las condiciones en las que nos encontramos una vez entramos en la película, que nuestros sentimientos vayan a remolque, creo, de esa necesidad claustrofóbica de salir que experimentamos viéndola. Nos da igual lo que hayan hecho los tipos, uno puede ser asesino en serie y el otro pederasta o un maltratador, lo peor, que ni lo sabemos ni nos importa. Queremos que se fuguen para lograr con ellos la enorme proeza de salir de allí.
En fuga de Alcatraz, en la Gran evasión, todo aparece ya limpio en pantalla, sin esfuerzo apenas. Algo nos dice que en esas películas mienten, que la albañilería de un túnel es algo digno de tener en cuenta si la película va de cavar el túnel. Becker rueda el proceso con una minuciosidad y una belleza que hacen de la experiencia de la película algo verdadero, al fin.
Es una película prodigiosa. Maravillosa. Titánica.

Saludos.

(también es hacer tiempo en la última media hora de trabajo de hoy)

jueves, 18 de agosto de 2011

Un tipo formal

Tengo otro compañero aquí con el que siempre me he llevado bien. Este no es realmente compañero compañero como el de ayer sino jefe, jefecillo, responsable de departamento. Siempre he tenido con él un buen trato. Alguna vez en estos siete años incluso hemos llegado a sostener alguna que otra conversación privada.
Pues bien, esta mañana al llegar aquí he ido a por mi botella de agua a la cocina y me la he encontrado en el congelador, hecha un compacto bloque de hielo. No sé quién la dejaría ahí metida ayer, probablemente fuera yo y no me acuerde. El caso es que como tenía sed he ido con cincuenta céntimos en la mano donde está la máquina de las Coca colas y de los Aquarius, que también tiene botellas de agua mineral. Junto a esta máquina se encuentra la inevitable máquina de café de todas las oficinas, ahí de pie estaba este compañero o jefecillo mio con otro jefecillo recién incorporado a la empresa; hablaban del trabajo, a mi me parece que fingiendo preocupación, mientras removían el palito de plástico dentro del vasito de plástico. Cuando he echado los 50 céntimos la máquina no me los cogía. Lo he intentado varias veces recurriendo al viejo truco juvenil de frotar la moneda contra algo rugoso, en este caso la pared, pero nada. Entonces le he pedido a mi compañero, al veterano, que me cambiara esa moneda por otra, un favor que ha ejecutado con una portentosa economía de lenguaje. Cuando he echado la nueva moneda la máquina seguía sin aceptarla. La indigesta moneda caía repetidamente, íntegra, y yo estaba a punto de pasar e irme y beber del grifo. Los dos me miraban quietos con el café de máquina en la mano, atónitos, como si nunca hubieran asistido a un espectáculo así.
En uno de esos intentos infructuosos mi compañero ha reaccionado impaciente y recogido la moneda sin mediar palabra, con admirable resolución y mudo el gesto, severo, y la ha frotado bien frotada contra el borde de la máquina. La ha metido en la ranura y voilá: la máquina, rendida, ha aceptado los 50 céntimos. Entonces él (momento grave) se ha dado la vuelta, magnífico, en absoluto silencio, y sin mirarme siquiera ha vuelto a quedarse quieto. Yo he cogido la botellita de agua del fondo de la máquina y se la he mostrado con gratitud, como un trofeo. El parecía un indio apache.

Es difícil dilucidar dónde acaban los hechos y empiezan las interpretaciones... quiero decir en qué medida este comportamiento sea resultado más de mis horas de sueño que de las suyas...

Saludos.

miércoles, 17 de agosto de 2011

Recato

Resulta que voy a la cocina a ponerme un café y me encuentro allí con un compañero recién vuelto de las vacaciones. Mantengo con él una relación más estrecha de lo habitual aquí dentro (digamos por ilustrar que fui a su boda, que conozco a su hija de un año, que me cuenta algunas cosas más o menos domésticas y que compartimos lucha, es decir que tenemos enemigos comunes), así que nos saludamos, le doy una floja palmada en un hombro y, cumpliendo con el protocolo, le pregunto por las vacaciones. El, incómodo pero fiel al estilo, me responde que bien, que muy bien. Charlamos de la playa y el poco calor sin mirarnos a los ojos, evitando aproximarnos demasiado, mientras nos ajetreamos en torno a la cafetera y la leche en la nevera y el microondas, torpes y con un poco de prisa ya porque se caliente el café y poder volver cada cual a la paz de su sitio. Acabada la cuenta atrás suena la campana del microondas, que da por concluido el asalto. Entonces cada cual coge su taza y nos despedimos en la puerta intentando hacer algo así como un chiste.
Así de enrarecidas están mis relaciones en las últimas semanas.

Saludos,
(antes, mientras escribía, una compañera desplazaba en silencio el marcador del calendario de la pared, del 16 al 17 de agosto; no siento pena, ni siquiera angustia, por lo del paso del tiempo)

martes, 16 de agosto de 2011

Peleón


Una demencial potencia nos obliga a luchar por ascensos en el trabajo, por ganar millones, nos seduce para putear al prójimo o por ejemplo para dedicarle tiempo a esto, a escribir en un blog y hacerse un grupo de lectores/amigos/admiradores; aunque en cada una de sus manifestaciones aparece como distinta, la potencia que nos hace aspirar a méritos como éstos es siempre una y la misma; y es primaria, pura. Dicho llanamente se trata de esa manía tan nuestra de "ser alguien" en el mundo o para el mundo, de alimentar la ilusión de nuestra propia importancia sobre la tierra, crearse un ego propio digno de estimación. Parece una tontería, un innecesario capricho de la especie, pero esta aspiración para nada es tonta: Mira por algo tan inexcusable como la supervivencia.

La alegre y sabia y oscura naturaleza prosigue, como sabemos, premiando lo fuerte en nosotros; no existiendo clan o tribu resta el individuo, así que ese espejismo tan denostado del "yo" debe afirmarse para sobrevivir. Nada más favorable en estos tiempos para que el hombre se aferre a la dura tierra que un ego descomunal sobre el cual afianzar la vida. Para contribuir a ella, a la vida, si se piensa sin prejuicios no existe una diferencia mas que de grado entre el déspota sanguinario y el poeta popular o el santo. Veo a esos católicos felices por Madrid y pienso en la arrogancia de quien se arrodilla y reza, por ejemplo, dirigiéndose personalmente al Creador de todo este universo como teniendo hilo directo con El, un acto devoto cuya vanidad hace palidecer la megalomanía de los más atroces emperadores y conquistadores que se nos puedan ocurrir. La construcción de catedrales y las peores masacres tienen una misma raíz: el terror de la razón que nos impone la vida.

En realidad la vida biológica no precisa argumentos en favor suyo. Una mosca por ejemplo, un gato, un chimpancé viven sin más, sin saber por qué ni para qué ni qué es eso que acontece, porque no les sucede a ellos. Pero como dice mi madre nosotros estamos condenados a vivir en sociedad, en cuyo seno debemos desarrollar una personalidad válida para el grupo. Esa trampa mental que permite al hombre seguir agitándose nos hace despiadados e ilustres, y desgraciados también. Nuestra más sofisticada herramienta de supervivencia constituye también nuestro mayor peligro, padecemos los achaques del ego; y del mismo modo que la conciencia nos presta nuestro sustento, se erige además en nuestra más orgullosa enemiga.

La naturaleza, siempre tan equilibrada, parece compensarnos de nuestra piruetas metafísicas con los atroces tormentos del civilizado.


Bueno, ya está.

Un saludo a todos.

sábado, 6 de agosto de 2011

María 1989

Siempre recordamos con arrobo a nuestra primera novia. Yo no es algo que tenga muy claro pero, si tuviera que nombrar una, la mía sería probablemente María, hija de la mejor amiga de mi madre. Teníamos 15 años y fue, cómo no, un verano, tuvo que ser el verano de 1989. Recuerdo que ese mismo verano descubría en la vieja casa familiar del pueblo las obras completas de Sherlock Holmes, una lectura que me impresionó tanto que creí haber dado con la “literatura seria”, ese hombre que por medio de un riguroso procedimiento puramente lógico lo deducía todo. Su impacto en mi fue tal que cuando salía escrutaba a los del pueblo por la calle, intentando deducir de los minúsculos detalles que encontraba en la ropa o en las manos de los paisanos ciertas pistas para una explicación de sus costumbres y sus pecados, de sus vidas, que aun mis abuelos y mis padres desconocieran, luego algunas noches les exponía en la cena mis conclusiones sobre los del pueblo; o sea que fue el verano de Sherlock Holmes, y yo quería ser como Sherlock Holmes, recuerdo siempre bobadas así. María era ya una mujercita por entonces, una muchacha preciosa. Recuerdo perfectamente su cara redonda y sus grandes ojos negros, profundos e infantiles, y esa enorme seriedad suya, o serenidad. Yo tanteaba por entonces en el agua fresca de la piscina de Eladio mis potencialidades en esta irregular carrera de amante enamoradizo y torpe en la que sigo; y fue en el cuerpo de María, en su cuerpo delicado de quinceañera donde comencé a percibir mis propios límites a través de los suyos. Si bien de una manera tan tímida y chapucera que no podría asegurar, si lo pienso, que María fuese mi primera novia. No había para mi otra cosa que María (su cuerpo, porque apenas recuerdo una palabra suya) y Sherlock Holmes aquel verano (conste que fue en el verano del 89, detalle escabroso porque, reparando en ello, ¿es posible que hayan pasado ya más de 20 años? ¿ser ya tan viejo? No lo creo porque no me parece que aquello fuera hace tanto sino más bien que sucedió en una vida distinta que no es esta, que no es esta mía, a otro que no soy yo, un usurpador parecido a mi que de vez en cuando se cuela en las fotografías antiguas, aunque es indudable que sí se trata de mi, claro). Ya no recuerdo cómo ni cuándo empezamos a dejar de vernos, pero debió ser bastante rápido.
Bien pues he hablado hoy con mi madre, que me ha contado que María tuvo anoche su primer hijo, como madre soltera, “por una clínica”. Me lo ha contado por la nueva abuela, su amiga, porque mi madre no me ha hablado de María en 20 años. Supongo que esos segundos de estupor después de la noticia me han delatado frente a mamá. Y es que la noticia me ha sacudido. Me resulta odiosa la tarea de conciliar mis divinos recuerdos con los extraños y groseros sucesos de este mundo real nuestro.
María inseminada...¿cómo ha podido?. Resulta tan grotesco imaginarla inseminándose como perdiendo la virginidad, es como representarse el sexo de nuestros padres, o como constatar que una antigua amante reposa entregada en los brazos de otro, que la va bien, que está mucho más guapa.
Aquellos ojos infantiles pero ya tan profundos de la María niña anticipaban a la mujer triste que ahora es, un poco mística y ojerosa, delgada, bonita. Y es así tal como yo lo escribo aquí porque no pienso verla nunca ni tratar con ella por el facebook o algo así. Me niego a empobrecer mi conciencia del mundo. Y así permanecerá en el recuerdo como en realidad era y sigue siendo: virgen y pura, áurea y pretecnológica como aquella maravillosa muchacha, y no vulgar, no corrupta como inevitablemente es la tozuda realidad.

Y ahora por seguir con algunas de las cosas del blog... He vuelto de unos días de perdición. Ha muerto mi tio N. (en el mismo pueblo). Y la función del Sueño de una noche de verano que vi fue un desastre. Es un crimen que una obra tan rica y emocionante como esa se reduzca para el público a una chusca comedia de enredo, bastante necia además. Es como para poner una denuncia a la compañía Morboria y multarlos, censurarlos y hasta desterrarlos. La gente eso sí salió encantada, la crítica la ha puesto bien, pero a mi me pareció muy pobre. Qué más. Tengo un mail pendiente. Y bueno ya está... acabo de releerlo todo y hoy estoy bastante facha, sí. Ah, no tengo caries.

Mucho yo yo y yo pero no escribo nunca de mi vida real... estoy tan disgustado por María

Bueno,
un saludo.

(tampoco he vuelto a leer a Sherlock Homes)